Me senté en la arena mojada,
recorrida por millares de olas.
Me senté, recogí las mareas de aquel estrecho
que me recibió como si nunca lo hubiera dejado.
Me paseó por austeras colinas
rodeadas de complicada simpleza.
Me llevó a espesos pantanos
fotografiados por el hielo
que imprimiendo la última escena otoñal
me atrapó queriendo en ella estamparme.
Acariciaban embelesando mis pies
aquellas olas rebeldes que no tienen ley
carcomían la arena sepultando a poco mi alma
para que no se vuelva jamás a alejar
y mientras.. su ritmo melodioso
me acunaba con su vaivén.
Y en el sueño me acudieron remembranzas
dulces ácidas amargas
de años derretidos en deshielos
que hoy han dejado la huella que no vuelvo a mirar
pero que precede mis pasos
Susurros acarician mis oídos
es el viento magallánico de sur
que a la vez que enfría calienta
el éter de mi quintaescencia.
Intento detener en mi aliento
el aroma de tierra recién humedecida
mientras se yergue ostentosa
en medio del centelleante atardecer
la Luna, que se tiñe
con el incendio de su vergüenza
de tanto candor en tan tempranas horas
y a esta hora última
sólo la acompaña
esta triste vela
que se deshace en complacencias
para poder terminar de decir
en medio de tanto rodeo
cuánto añoro esta mi tierra.
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