sábado, 8 de agosto de 2009

De las olas y el aroma de esta tierra

Me senté en la arena mojada, recorrida por millares de olas. Me senté, recogí las mareas de aquel estrecho que me recibió como si nunca lo hubiera dejado. Me paseó por austeras colinas rodeadas de complicada simpleza. Me llevó a espesos pantanos fotografiados por el hielo que imprimiendo la última escena otoñal me atrapó queriendo en ella estamparme. Acariciaban embelesando mis pies aquellas olas rebeldes que no tienen ley carcomían la arena sepultando a poco mi alma para que no se vuelva jamás a alejar y mientras.. su ritmo melodioso me acunaba con su vaivén. Y en el sueño me acudieron remembranzas dulces ácidas amargas de años derretidos en deshielos que hoy han dejado la huella que no vuelvo a mirar pero que precede mis pasos Susurros acarician mis oídos es el viento magallánico de sur que a la vez que enfría calienta el éter de mi quintaescencia. Intento detener en mi aliento el aroma de tierra recién humedecida mientras se yergue ostentosa en medio del centelleante atardecer la Luna, que se tiñe con el incendio de su vergüenza de tanto candor en tan tempranas horas y a esta hora última sólo la acompaña esta triste vela que se deshace en complacencias para poder terminar de decir en medio de tanto rodeo cuánto añoro esta mi tierra.

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