En medio del peso espeluznante
que carga cada palabra ideada
y del esfuerzo monumental
de transmitirlo en sonido,
de aquellas en las que usurpan los sentidos
y se trasladan al papel para dejar registro
veo al caligrafo;
no sacia ansias sino su arte es plasmar,
plasma cargas ajenas, cargas sinsentido,
y sin esperar más que el logro de la armonía estética
arranca suspiros, aplaca la sangre,
calma ventiscas, derrama con matices y torcidas pinceladas
dando forma al contenido trasmutado del alma.